11.9.11

QUERIDA MÍA:.


Querida mía:


Navego hacia Buenaventura sintiendo que el viajero, yo, soy apenas mi sombra que se desvanece sin ustedes. Nuestros tres hijitos varones, despidiéndome sin entender el porqué de este nuevo alejamiento de un padre tantas veces ausente…la angustia de mi madre y tus ojos, que en el instante del abrazo perdieron la serenidad que te impones para que la despedida duela menos. Tu tristeza me persigue dentro del reducto de este camarote donde me desvelo. Tus lágrimas y tu estoicismo, tu abnegación y fidelidad serán, a no dudarlo, mi capa de peleador en la arena, buscando el futuro que intentaré para rearmar la familia. El aciago día en el que bajando del avión con uno de mis alumnos, tropecé con dos desconocidos que me esperaban al borde de la pista de aterrizaje, fue el momento más oscuro de mi vida. El principio de entender el terror y padecer la humillación del castigo sin culpa. Sin darme explicaciones, me empujaron groseramente dentro del automóvil que usa la autoridad. Ya conoces los sucesos posteriores: tortura, insultos, trompadas, amenazas y ser arrastrado en las noches hacia otra cárcel, para hacerme confesar delitos que jamás cometí. Cuando decidieron que nunca existió el presunto delito y me absolvieron nadie nos pidió perdón. Caímos debajo de una lupa enorme, que abarcaba toda nuestra tierra, donde los que no se aliaban a su pensamiento perdían irremisiblemente el derecho a existir. Nuestra ciudad era otra. Lemas elogiosos adornaban las esquinas de la ciudad, debajo de las augustas personas que nos gobernaban. El fascismo ganaba lugar lejos de Italia alentado por el fanatismo ingenuo de las mariposas nacidas en poblados remotos cautivados en ese instante por la postura machista del amo y la ropa francesa de su dama.



No puedo evitar el temblequeo en mi mano derecha. Perdóname, querida. Mi barco se llama Antonio Usodimare; apoyado en el maderamen de la popa, la mole de agua que nos abre paso va quedando atrás. Agitada y firme ante la arremetida, desbanda latigazos de agua, que tarda en reacomodarse, simulando calma. No me gusta el agua. Soy un hombre de aire, que vuela y mientras atraviesa algodones de nubes, sueña. En uno de esos giros, te divisé con tu guardapolvo blanco de maestrita rural y te incorporé velozmente a mis sueños. Muchas personas buscan al ángel en un ser etéreo con alas y vestidos leves; yo tengo angelitos gritones y otro protector en el país andino. Ese es un hombre de convicciones sólidas. Me asiló en su casa, me brindó seguridad y pude contar la verdad de mi huída del país que tanto amamos. ¿Te acuerdas, cuando luego de una discusión, me ganaste con el significado de la palabra apacheta? Ésa dejó de ser una mera palabra entre nosotros. Tiene el sentido profundo de lo que nos relaciona: el amor, la ternura, el perdón, la solidez de nuestra mutua amistad, solamente rebasada por nuestros ataques de pasión que concluyen en largas charlas, divagues y caricias. No tienes dudas sobre cuánto te amo, muchachita de la tierra roja. Y haciendo buena letra, remacharé mis esfuerzos para controlar mis celos, lo prometo.


Mi amigo protector es también agorero. Al despedirse me abrazó con ternura de hermano y me aseguró que partir no siempre es morir un poco. Que voy hacia la libertad, que conseguiré trabajo, que pronto nos reuniremos en familia. Que lo malo pasado pronto será olvidado. Que Dios lo escuche, amorosa, mimosa compañera de vida. Los extraño tanto que perdí el apetito, a pesar de los atractivos de las buenas pastas de este barco italiano. Te llamo apenas pise tierra. Abraza a todos en un solo, fuerte, abrazo lleno de amor. Tu César.


DIOS MÍO. NO SABÍA CUÁNTO IBA A EXTRAÑARTE.


CARMEN ROSA BARRERE.






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